Lo había visto en algunas ocasiones caminando por el campus universitario
y sé que lo vi, porque era diferente
su figura intelectual e interesante no hacia juego con los demás,
y de alguna manera, se me quedo su rostro en la memoria a largo plazo.
Parecía perdido,
como quien llega a un lugar que no conoce, que no le gusta, pero no se va.
Ocasionalmente le sonreía al verlo,
y rompíamos la distancia abrumadora y segura que había en aproximadamente 10 baldosas
pero no era una sonrisa de "soy feliz hoy y te sonrió"
era una sonrisa de "ven",
era mi tiempo contra su afán,
mi vergüenza contra sus ojos,
y mi espalda contra la suya.
Por cuestiones ajenas a nosotros, pero no al destino
termine en una habitación fría color crema,
tan angosta que mis pensamientos me hacían eco,
sentada muy incómodamente en una silla verde,
obligada a verlo durante una hora,
obligada a verle esos ojos, amarillos infinitos,
inhibiendo mi dopamina, oxitocina,
depresión, ideas suicidas, distorsiones mentales,
conflictos internos, problemas familiares, baja autoestima,
y soledad, frente a él para no asustarlo.
En los primeros tres segundos
me dijo: hola, ¿cómo estas?
y me cambio la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario