Bajo la sombra de un freno amarillo,
me encontraba yo y un paquete de maní salado.
Aun antes de abrirlo,
ya sentía la felicidad y el sonido crujiente en mi boca.
Maní por maní,
iban desapareciendo del universo, y yo a la vez veía nuevas estrellas.
Y así, concluye una linda historia parecida al amor y a la vida, que es la misma cosa,
donde lo que me hizo tan feliz en una tarde de verano,
y saco mi alma de lo mundano,
hoy me tiene de nuevo bajo la sombra del freno amarillo,
esta vez, triste, con los labios quebrados, quemados.